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La iglesia de la imagen

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El pasado 5 de noviembre de 2014 fue inaugurada la nueva sede de las oficinas de la Unión Adventista Española (UAE) en Pozuelo de Alarcón (Madrid), tal y como se ha publicado en Actualidad Evangélica, la web de noticias de la UAE y Protestante Digital. El presidente de la Unión ha justificado esta adquisición en una entrevista publicada en Youtube.

Los administradores informaron el año pasado en las iglesias sobre la decisión de comprar y acondicionar este edificio; en algunas iglesias hubo reacciones de descontento e indignación por esta medida.

Personalmente, sigo escandalizado. Como tantos y tantos otros adventistas con los que he tenido contacto durante este tiempo, no puedo comprender que nuestra institución necesite unas instalaciones burocráticas que sobrepasan sus necesidades, dotadas de un lujo que resulta ostensible desde la propia fachada del edificio. A ello se añade el agravante de que nos encontramos en una etapa de crisis económica en la que tantos hermanos están pasando gravísimas dificultades, en la que empleados y pastores de la Unión han sido despedidos, en la que la pobreza avanza salvajemente en la sociedad española.

A la vez, la editorial Safeliz también ha realizado una gran inversión en reformar sus instalaciones, en una proporción que va mucho más allá de sus necesidades, pues el edificio en el que se encuentra es moderno y los muebles de que disponía eran ya de gran calidad. La empresa que ha llevado a cabo la obra utiliza la imagen de nuestra editorial para promocionar sus servicios en su página web, donde expresan su satisfacción por haber decorado “las nuevas instalaciones de este prestigioso cliente”, que son un referente en “diseño moderno, elegante y muy representativo” (no explican a qué se refieren con esta última palabra).

 

¿Orgullo o vergüenza?

Supongo que habrá hermanos que se sientan orgullosos de que nuestra iglesia, con estas dos nuevas obras, se haya convertido en un referente de elegancia y diseño moderno. Personalmente, me siento avergonzado. ¿Esa es la imagen que estamos llamados a dar en el mundo?

El lugar donde se localiza la sede de la Unión me parece muy significativo: la conocida como “Ciudad de la Imagen” de Pozuelo de Alarcón. Me parece evidente que en los últimos años ha avanzado entre nosotros la “cultura de la imagen”; con esta adquisición nuestra iglesia se instala, todavía más, en ese paradigma. La tiranía de la Imagen (con mayúscula), la llamaría yo.

Sin duda es necesario que como iglesia no dejemos de adaptarnos al entorno en el que vivimos; pero, a la luz del evangelio, esa adaptación no debe encuadrarse en los valores dominantes, sino en los valores del evangelio: austeridad, sencillez, humildad. Sin embargo, por lo visto, cuanto más se empobrece la sociedad, más “pijos” nos volvemos (permítaseme la palabra, pues no encuentro otra que lo exprese mejor).

Corríjaseme si me equivoco, pero advierto entre nosotros una creciente obsesión por la Imagen y las formas: iglesias impolutas, diseño a la última moda, ceremoniosidad solemne y perfectamente calculada en los actos religiosos y celebraciones, multiplicación de las conmemoraciones, liturgia ritualista cada vez más recargada, desfile de modelos los sábados por la mañana, ministros del evangelio enfundados en trajes impecables (que tan penosas evocaciones tienen en nuestro país a raíz de ciertos casos de corrupción), relojes de lujo, coche de gama alta…

 

Contemplando nuestra vanidad

No es cuestión de renunciar a unas infraestructuras, sino de cómo han de ser éstas. Quienes no estamos de acuerdo con este despliegue de imagen no somos contrarios a la organización de la iglesia, sino que estamos a favor de una iglesia más sencilla en sus formas y en su fondo, más acorde con el evangelio.

Estas obras no responden a un “gusto razonable”, ni dan buen testimonio de nuestros principios, valores y creencias. Es cuestionable que estos edificios representen el gusto y el estilo de la mente y el corazón del creyente en el evangelio. Representan el gusto y los valores de las grandes corporaciones multinacionales. Estas instalaciones no son un buen escaparate de la identidad adventista. ¿O sí? Si así fuera, creo que deberíamos preocuparnos.

Estos edificios son un síntoma más de una decadencia moral que, tristemente, está muy generalizada. Al hilo de esta inauguración, me llegan algunos mensajes de hermanos del otro lado del Atlántico, explicándome que en Iberoamérica la brecha entre la institución y la realidad social es todavía más alarmante. Y en Estados Unidos se alcanza lo espectacular, y para colmo con cierto gusto kitsch (un ejemplo). ¿Es que deseamos que, como ya está ocurriendo, la sociedad piense que la Iglesia Adventista es, ante todo, una iglesia rica y para los ricos?

Alguna iglesia de Madrid ha realizado una excursión para visitar la editorial y las oficinas de la Unión, incluyendo un tour explicativo. Antes las iglesias hacían salidas al campo, o a visitar una ciudad monumental. Ahora dedicamos un día a contemplar las obras de nuestra vanidad, como hiciera el rey Ezequías. Me han dicho que durante esa visita apareció por las inmediaciones un pordiosero aparentemente desequilibrado, y les dijo: “¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”. A lo que uno de los asistentes respondió: “Tranquilos, estos edificios no son de piedra, sino de cemento armado. Aguantarán”.

 

¿Iglesia Adventista, S. A.?

Me decía un hermano el otro día que hace tiempo que comprendió que la institución adventista es una empresa capitalista. No estoy de acuerdo con él, pero me hizo pensar. Si yo hablara de nuestra organización como “Iglesia Adventista, S. A.” (evocando el conocido libro Vaticano, S. A.), ¿nos ofenderíamos? Pues lo cierto es que cuando se adquirió el edificio de las oficinas, nuestra iglesia compró junto con él la empresa inmobiliaria que era propietaria del mismo, y el nombre que se le ha puesto es Icadventista, S. A. (como ya explicamos aquí). Nos preocupamos mucho por la imagen, ¿y no pudimos buscar otro nombre que no diera pie al sarcasmo? Ya puestos, y siendo que estamos en la Ciudad de la Imagen, podemos cambiarnos el nombre y llamarnos Iglesia de la Imagen.

Y es que a estas alturas resulta inevitable recurrir al humor; un humor que por un lado cubre, y por otro destapa, la amargura que sentimos muchos adventistas ante la actual deriva institucional. Ya circulan por Internet comentarios sobre el edificio de cristal al que algunos llamamos el Diamante Azul, comentarios que nos hacen reír y llorar a la vez. Reproduzco algunos que me han llegado:

“Ayer, muchos cristianos adventistas españoles vieron su sueño convertido en realidad. Si me lo permiten, yo prefiero seguir soñando…”

“El lema central del cristianismo adventista durante el quinquenio que se agota el año que viene ha sido “Reavivamiento y reforma”. Ahora, tras las reformas que han hecho falta para habilitar la nueva sede, ya solo nos queda el reavivamiento. Una cosa menos…”

“Con tanto cristal a ver quién es el guapo que clava 95 tesis en la puerta… Deberán ser 95 post-it.”

 

Autocrítica y aplicación personal

Se acusa con frecuencia a las mentes críticas de la iglesia de “juzgar y condenar al hermano”. Se pretende confundir el ser crítico con el ser criticón, que es algo muy diferente. Lo cierto es que, dado que todos somos la iglesia, la crítica a la institución conlleva siempre la autocrítica. No implica (o jamás debería hacerlo) ponerse por encima de los demás, sino ponernos unos y otros a la par, como hermanos con la misma dignidad y valor; significa aceptar la organización y sus mecanismos, pero sin que estos aplasten la capacidad de cada individuo de pensar por sí mismo.

Señalar hacia el grave error de estos despliegues lujosos significa señalarme a mí mismo: ¿Realmente reflejo el estilo de Jesús? ¿Caigo en la vanidad? ¿Me preocupa más el parecer que el ser?

Son preguntas importantes. A la vez, no debemos olvidar que si cada cristiano debe reflejar a Jesús, la institución adventista debe reflejar a todos los miembros. Y todos tenemos algo que decir sobre la forma en que se ha elegido representarnos ante la sociedad.

Ah, y lo del pordiosero es una broma, por supuesto. ¿Ha sonado verosímil?

Fraternidad, espíritu crítico, oración y buen humor, queridos hermanos.

Foto: Inauguración nueva sede de la Iglesia Adventista en España.

 

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